lunes, 27 de junio de 2011

Hush, hush.

Dejó su libro de Biología sobre la mesa y tomó asiento en la antigua silla de Vee. Le sonreí.
- Hola. Soy Nora.
Sus ojos negros me calaron y las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba. En aquella pausa mi corazón titubeó, una sensación de lúgubre oscuridad parecía proyectarse como una sombra sobre mí. Desapareció al instante, y su sonrisa no era amistosa. Era una sonrisa que anunciaba problemas. Y una promesa.

- ¿Cómo te llamas? -le pregunté, lápiz en ristre.
Levanté la vista justo a tiempo para encontrarme con esa sonrisa oscura. Parecía desafiarme a que le sonsacara.
- ¿Tu nombre? -insistí, deseando que mi voz quebrada estuviera sólo en mi imaginación.
- Llámame Patch. Lo digo en serio. Llámame.
Guiñó un ojo al decirlo, y tuve la certeza de que se burlaba de mí.

Entonces sonó el timbre y Patch, sin más, se puso en pie y se dirigió hacia la puerta.
- Espera -lo llamé. No se volvió-. ¡Un momento! -Salió por la puerta-. ¡Patch! Aún no tengo nada sobre ti.
Se dio la vuelta y regresó hasta mi. Me cogió la mano y garabateó algo antes de que me diera tiempo a retirarla.
Bajé la vista y vi siete números escritos con tinta roja en mi palma, y cerré el puño. Quería decirle que ni en sueños iba a llamarlo esa noche. Quería decirle que había sido culpa suya por haberse tomado todo el tiempo para interrogarme. Quería decirle muchas cosas, y, sin embargo, me quedé cortada, incapaz de cerrar la boca.
Al final dije:
- Esta noche estoy ocupada.
- Yo también -repuso él con una sonrisa, y se marchó.
Me quedé asimilando lo que acababa de pasar. ¿Había consumido todo el tiempo interrogándome a propósito? ¿Para hacer que suspendiera? ¿Acaso pensaba que una sonrisa radiante podía redimirlo? ''Sí -me dije-. Eso es lo que piensa.''
- ¡No te llamaré! -le grité a sus espaldas-. ¡Nunca!

Patch contestó al tercer tono.
- ¿Sí?
Con total naturalidad, dije:
- Llamo para ver si podemos quedar esta noche. Dijiste que estabas ocupado, pero...
- Nora. -Pronunció mi nombre como si fuera el remate de un chiste-. Creía que no llamarías nunca.
Odiaba tener que tragarme mis palabras. Odiaba a Patch por restregármelo por las narices. Odiaba al entrenador y sus trabajos demenciales.

-¿Bola ocho? -le pregunté, enarcando las cejas e intentando aparentar seguridad. Quizá tuviera razón y Bo no fuera un sitio adecuado para mí, pero ahora no iba a salir corriendo-. ¿Cómo están las apuestas?
Su sonrisa se ensanchó. Esta vez no hubo duda de que se reía de mí.
- No jugamos por dinero.
Dejé mi mochila sobre la mesa.
- Qué pena. Pensaba apostar todo lo que tengo contra ti. -Le enseñé mi trabajo, las dos líneas escritas hasta el momento-. Te hago unas pocas preguntitas y me largo, ¿de acuerdo?
- ¿''Gilipollas''? -leyó Patch en voz alta, apoyado en su taco de billar-. ¿''Cáncer de pulmón''? ¿Es una profecía?
Me abaniqué con la hoja del trabajo.
- Doy por sentado que contribuyes a este ambiente cargado de humo. ¿Cuántos puros por noche? ¿Uno? ¿Dos?
- Yo no fumo -dijo con convicción, pero no me lo tragué.
- Ajá -dije, apoyando la hoja sobre la mesa, entre la bola ocho y la morada lisa. Toqué la bola morada sin querer mientras escribía en el tercer renglón: ''Sí, fuma puros.''
- Estás jugando sucio -repuso, todavía sonriente.
Lo miré a los ojos y no pude evitar imitar su sonrisa.
- Esperemos que no te favorezca. ¿Tu sueño más anhelado? -Me sentí orgullosa de ésta porque sabía que lo dejaría sin respuesta. Requería pensar con antelación.
- Besarte.
- No tiene gracia -dije aguantando su mirada, agradecida de no haber tartamudeado.
- No, pero hace que te sonrojes.

Al final de la clase impedí que se marchara.
- ¿Podemos hablar?
Él ya estaba de pie, así que se sentó en el borde de la mesa.
- ¿Qué pasa?
- Sé que no quieres sentarte a mi lado más de lo que yo quiero sentarme a tu lado. Creo que el entrenador consideraría cambiarnos de sitio si tú se lo pides. Si le explicas la situación...
- ¿La situación?
- Que no somos... Compatibles.
Se frotó la barbilla, un gesto maquinal al que me había acostumbrado a los pocos días de conocerlo.
- ¿No lo somos?
- No es una novedad.
- Cuando el entrenador me solicitó mi lista de atributos deseados en un compañero, yo hablé de ti.
- Pues retíralo.
- Dije: inteligente, atractiva, vulnerable. ¿No estás de acuerdo?
Lo hacía con el único propósito de llevarme la contraria, lo que me ponía aún más nerviosa.
- ¿Le dirás al entrenador que nos cambie de sitio o no?
- Paso. Empiezas a gustarme.

Se acercó secándose las manos en su delantal, al parecer disfrutando de mi apuro. Mi única salida era esconderme bajo la mesa.
- Vaya, vaya -dijo-. ¿No tienes bastante con verme cinco días a la semana? ¿También te apetece por la noche?
- Lamento esta desafortunada coincidencia.
Se sentó en el sitio de Vee. Apoyó los brazos, tan largos que llegaban hasta mi lado de la mesa. Cogió mi vaso y lo hizo girar entre sus manos.
- Ese asiento está ocupado -dije. Al ver que no respondía le quité el vaso y bebí un trago de agua, tragándome un hielo sin querer. Me quemó por dentro-. ¿No deberías estar trabajando en lugar de confraternizar con los clientes? -Me atraganté.
Sonrió.
- ¿Qué haces el domingo por la noche?
Resoplé involuntariamente.
- ¿Me estás invitando a salir?
- Te estás volviendo una engreída. Eso me gusta, ángel.
- Lo que te a ti te guste me trae sin cuidado. No pienso salir contigo. Ni una cita. Y menos a solas. -Quise darme de patadas por sentir un acaloramiento al pesar en lo que supondría una cita a solas con Patch. Con toda seguridad, no lo decía en serio. Con toda seguridad, lo único que pretendía era atormentarme por razones que sólo él conocía-. Un momento, ¿acabas de llamarme ''ángel''?
- Ajá.
- Pues no me gusta.
Sonrió abiertamente.
- Pues así se queda. Ángel.
Se inclinó sobre la mesa y pasó el pulgar por la comisura de mi boca. Me aparté, demasiado tarde. Se frotó el pulgar, manchado de brillo de labios, contra el índice.
- Así estás mejor.

- Quiero estar a solas contigo -dijo.
Mis defensas se reactivaron ipso facto.
- Escucha, Patch, no quiero ser grosera, pero...
- Sí, ya lo veo.
- ¡Bueno, tú empezaste! -Excelente. Una reacción muy madura-. No puedo ir a esa fiesta. Fin de la historia.
- ¿Porque tienes clase al día siguiente o porque te da miedo estar a solas conmigo?
- Las dos cosas -se me escapó.
- ¿Te dan miedo todos los tíos... O sólo yo?
Puse los ojos en blanco, como diciendo ''no-pienso-responder-a-esa-pregunta-estúpida''.
- ¿Te hago sentir incómoda? -Su boca se mantenía neutra, pero sugería una sonrisa especulativa.
Sí, realmente ejercía una influencia perniciosa sobre mí. Y se las arreglaba para borrar cualquier pensamiento lógico de mi mente.

- ¿Te apetece una partida? -Giró la cabeza hacia el fondo de la sala. A través del gentío sólo se alcanzaba a ver las mesas de billar.
- Debo volver con mis amigos -le dije a Patch.
- Si gano -dijo, como si no estuviera dispuesto a aceptar un no-, le dirás a Elliot que te ha surgido algo. Le dirás que ya no estás libre esta noche.
Menuda arrogancia.
- ¿Y si gano yo? -No pude evitar replicar.
Me miró de arriba a abajo.
- No creo que tengamos que preocuparnos por eso.
Impulsivamente le di un puñetazo en el brazo.
- Ten cuidado -murmuró-. Podrían pensar que estamos flirteando.
Tuve ganas de darme de bofetones, porque eso era exactamente lo que estábamos haciendo. Pero no era culpa mía, sino de él. En su presencia, yo experimentaba una confusa polaridad de deseos. Parte de mi quería salir corriendo al grito de ''¡Fuego! ¡Fuego!'', pero mi parte más temeraria anhelaba saber hasta dónde podía acercarme sin quemarme.

- Perdone -dije, tratando de recuperar el equilibrio.
Patch me sonrió.
- Perdonada.
Lo miré entre parpadeos.
- Déjame en paz.
Traté de esquivarlo, pero me agarró del brazo.
- ¿Qué te ocurre? Parece que vayas a vomitar.
- Es el efecto que me produces -le espeté.
Se rio y me dieron ganas de patearle las espinillas.
- No te vendría mal un refresco. -Todavía me sujetaba del brazo, y me arrastró hasta un puesto de limonadas.
Me empeciné.
- ¿De verdad quieres ayudarme? Pues apártate de mi.
Me quitó un rizo de la cara.
- Me encanta tu pelo. Me encanta cuando se alborota. Es como ver una parte de ti que necesita expresarse más a menudo.
Me alisé el pelo con rabia, pero caí en la cuenta de que parecía estar arreglándome para él.
- Tengo que irme -dije-. Vee me está esperando. -Una pausa-. Supengo que te veré el lunes en clase.
- Móntate en el Arcángel conmigo.
Levanté la vista. Los chillidos retumbaban en el aire mientras las vagonetas pasaban con gran estruendo.
- Dos personas por asiento.- Su sonrisa se volvió atrevida.
- Ni hablar.
- Si sigues huyendo de mi, nunca sabrás lo que está ocurriendo.
Aquel comentario tendría que haberme hecho huir corriendo, pero no fue así. Era como si Patch supiera exactamente qué decir para picar mi curiosidad. Qué decir y cuándo.

Después de la cena llevó los platos al fregadero.
- Yo lavo y tú secas.
Hurgando en el cajó junto al fregadero encontró un trapo y me lo arrojó juguetonamente.
- Bien, es hora de esas preguntas pendientes -dije-. Empezando por aquella noche en la biblioteca. ¿Me estabas siguiendo...? -Mi voz se apagó.
Él se apoyó perezosamente en la encimera. Su pelo oscuro asomaba por debajo de la gorra de béisbol. Una sonrisa apareció en su rostro. La mente se me nubló y de la nada surgió un pensamiento acuciante.
Quería besarle. De inmediato.
Patch arqueó las cejas.
- ¿Qué pasa?
- Eh... nada. Nada. Tú lavas y yo seco.
No tardamos en acabar con los platos y de repente nos encontramos muy cerca el uno del otro junto al fregadero. Patch hizo un movimiento para quitarme el trapo y nuestros cuerpos se rozaron. Ninguno de los dos se movió, manteniendo el frágil lazo que nos unía.
Di un paso atrás.
- ¿Tienes miedo?
- No.
- Mientes.
Mi pulso se aceleró un poco.
- No tengo miedo de ti.
- Ah, ¿no?
- Quizá sólo sea que tengo miedo de... -Me maldije. ¿Cómo iba a terminar aquella frase? No iba a decirle que todo en él me aterraba. Eso le daría ventaja sobre mí-. Quizá sólo sea que tengo miedo de... de...
- ¿De que yo te guste?
Aliviada de que me echara una mano, respondí de manera automática:
- Sí. -''Oh, maldita sea''-. ¡Quiero decir, no! Definiticamente no. ¡No me refería a eso!
Patch se rio por lo bajo.
- Una parte de mi no se siente nada cómoda contigo -dije.
- ¿Pero?
Me aferré a la encimera que tenía detrás buscando un punto de apoyo.
- Pero al mismo tiempo siento una atracción peligrosa hacia ti.
Él esbozó una sonrisa burlona.
- Eres demasiado creído -añadí, empujándolo con la mano hacia atrás.
Me estrechó una mano contra su pecho y tiró de mi manga por encima de la muñeca, cubriendo la mano con ella. Rápidamente hizo lo mismo con la otra manga y me sujetó ambas manos por los puños. Abrí la boca para protestar.
Tiró de mí y, de repente, me levantó y me sentó sobre la encimera. Mi rostro quedó a la misma altura que el suyo. Me miró fijamente con una sonrisa oscura, incitante. Y fue entonces cuando me di cuenta de que llevaba días fantaseando con ese momento.
- Quítate la gorra -le dije impulsivamente.
Se volvió la visera hacia atrás.
Me moví sobre la encimera, mis piernas colgando a ambos lados de su cuerpo. Una voz interior me decía que me detuviera, pero no le hice caso.
Él extendió sus manos sobre la encimera, junto a mis caderas. Se arrimó inclinando la cabeza. Me sentí abrumada por su aroma, que olía a tierra oscura y húmeda.
Después de dos inhalaciones intensas, me dije que aquello no estaba bien. No con Patch. Me daba miedo. En el buen sentido, sí, pero también en el malo. En el peor.
- Debes irte -suspiré-. Sí, será lo mejor.
- ¿Adónde? ¿Aquí? -Acercó su boca a mi hombro-. ¿O aquí? -Y luego a mi cuello.
Mi mente era incapaz de procesar un solo pensamiento lógico. La boca de Patch se deslizaba hacia arriba, subiendo por mi mandíbula, sorbiendo suavemente mi piel...
- Se me están adormeciendo las piernas -mascullé. No era del todo falso. Sentía un hormigueo en todo el cuerpo, incluyendo las piernas.
- Puedo solucionarlo. -Sus manos se posaron en mis caderas.
[...]
- Debes irte -le dije a Patch-. Ahora.
Volvió a girarse la gorra de béisbol. Su boca era todo lo que veía de su rostro por debajo de la visera, y se curvó en una sonrisa maliciosa.
- No te has maquillado.
- Me he olvidado.
- Que duermas bien esta noche.

Él rio por lo bajo y yo supe que había visto la siguiente pregunta.
- ''¿Patch tiene novia?''
Se guardó el papel en el bolsillo trasero. Estaba dispuesta a recuperarlo, pese a donde se encontraba.
Se apoyó de espaldas en el tocador y me miró a los ojos.
- Si estás buscando información, prefiero que me preguntes a mi.
- Esas preguntas -señalé su bolsillo- eran sólo una broma. Vee las escribió -añadí un momento de inspiración-. Todo es culpa suya.
- Conozco tu letra, Nora.
- Vale, de acuerdo, está bien -admití mientras intentaba encontrar una respuesta inteligente, pero tardé demasiado.
- Ni órdenes de alejamiento -dijo-. Ni delitos.
Levanté la barbilla.
- ¿Novia? -Me dije que no me importaba su respuesta. Ya fuera una cosa u otra, lo mismo daba.
- Eso no es asunto tuyo.
- Intentaste besarme -le recordé-. Lo convertiste en asunto mío.
Un amago de sonrisa pirata acechaba en su boca. Tuve la impresión de que estaba recordando cada detalle de aquel beso, incluído mi suspiro-gemido.
- Ex novia -dijo al cabo.

Levanté una muñeca para que me tomara el pulso.
Patch me cogió la mano y una oleada de calor se extendió por todo mi brazo y acabó con un temblor en el estómago.
- El pulso del sujeto aumenta con el contacto -dijo.
- No escribas eso. -Se suponía que tenía que parecer enfadada. En todo caso parecía estar reprimiendo una sonrisa.
- El entrenador quiere que seamos rigurosos.
- ¿Y qué es lo que tú quieres?
Patch me miró a los ojos. Se reía por dentro. Estaba segura.
- Además de eso -dije.



Bueno, me faltan algunos capítulos para acabar el libro; así que cuando lo acabe pondré el resto de diálogos/escenas/situaciones/como-quieran-llamarlo de Patch y Nora. Porque me encantan, y porque me recuerdan mucho a mi y a... Alguien.

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